Por
El afán por comprender la naturaleza humana de las pasiones estuvo presente desde la antigüedad. En
En esta perspectiva, el pensamiento de Thomas Hobbes puede entenderse como una respuesta a los problemas planteados por Moro y Maquiavelo. En su texto Leviatán, inaugura otro gran tema de la modernidad: el ser humano queda libre de sus debilidades, al renunciar a sus derechos naturales en favor de una estructura coercitiva, legalizada por consenso, que pone freno por la fuerza al desorden de sus pasiones. Para Hobbes el “hombre es lobo del hombre”, por lo tanto el miedo es la única garantía para la paz y su seguridad. En el modelo absolutista hobbesiano, la sociedad política que transforma a los hombres en ciudadanos no cambia su naturaleza pasional, ya que puede estallar en cualquier momento al romperse el pacto de protección y obediencia. Es que para Hobbes no existe posibilidad de una transformación interna de las pasiones que permitan establecer vínculos de solidaridad por fuera de un Estado coercitivo basado en el miedo 2.
Debemos esperar varios siglos para que, con el inicio del capitalismo, surja la economía política que va a permitir diferenciar las pasiones de los intereses. La idea es que existe una oposición entre intereses y pasiones. Un filósofo como Hume alaba el capitalismo, porque activa las inclinaciones humanas más benignas y permite reprimir los componentes más destructivos de la naturaleza humana. De esta manera se dividen las pasiones en “frías”, es decir posibles de una racionalidad y compatibles con una estructura de orden al servicio de los intereses y, las pasiones “calientes” que son rebeldes a la razón y a la voluntad. Por ello, la economía política se funda sobre la hipótesis de que los seres humanos en la búsqueda de su propio interés se pueden comportar de manera egoístamente racional, volviendo previsible su conducta. Sin embargo, esta suposición se transformará en una de las peores características del desarrollo capitalista.3
En este sentido, los problemas que plantea la civilización a principios del siglo XX, lo llevará a Freud a retomar el modelo hobbesiano para superarlo. El postulado de Hobbes del homo homini lupus, lo traduce en una inclinación agresiva del sujeto como una disposición originaria producto de la pulsión de muerte. En ella, la cultura encuentra su obstáculo más poderoso. Pero Freud buscará una solución al plantear por un lado, que el sujeto interioriza la agresión a través del superyó que, como “conciencia moral”, ejerce sobre el yo la agresión que de otro modo hubiera realizado sobre otros. Esta tensión entre el yo y el superyó es llamada “conciencia de culpa”. Por otro lado, la renuncia pulsional a través de la sublimación permite la creación de vínculos libidinales entre los sujetos. De esta manera ya no es necesario confiar en la intervención de una instancia represora externa, aunque “el hombre civilizado ha trocado una parte de su posibilidad de felicidad por un poco de su seguridad”. Pero si el Eros tiene la función de ligar la pulsión de muerte para así desarrollar las posibilidades creativas del sujeto, éste se encuentra con una cultura que puede permitir este proceso o inhibirlo. Es así como en la actualidad nos encontramos con una cultura que no puede crear un espacio-soporte de la pulsión de muerte, generando una comunidad destructiva. Una comunidad donde la afirmación de uno implica la destrucción del otro. Es decir, se produce una defusión de las pulsiones donde la pulsión de muerte se libera al exterior como agresión o trae como consecuencia un incremento de la autodestrucción 4.
La idea de que las pasiones son positivas la debemos ubicar en la modernidad. Si bien Kant insiste en considerarlas una “locura de la razón”, los economistas, filósofos y políticos, exaltan su función civilizadora. Se descubre lo inadecuado de entender a las pasiones como un simple encegecimiento de la razón. Este pensamiento se lo debemos a Descartes y Spinoza. Pero mientras el autor del Discurso del Método consideraba deseable llegar al gobierno de las pasiones; Spinoza se opone a separar la razón de la pasión, la mente del cuerpo, la voluntad del deseo, y el altruismo del amor propio. En definitiva, en su teoría la caute no puede estar exenta de una razón apasionada que denomina amor intelectual. Su objetivo es rechazar la “meditación de la muerte”, de la melancolía y del odio, argumentando a favor de una “meditación de la vida” 5. Como sostiene Remo Bodei “Spinoza combate en dos frentes. Por un lado contra los partidarios del absolutismo monárquico y de la razón de Estado: Hobbes, que lleva la convivencia entre los hombres bajo el signo de una razón que nace del miedo a la muerte...Por otro lado, polemiza contra los apóstoles de la esperanza terrena y los predicadores de la felicidad celeste, es decir, cuantos imaginan a los hombres diversos de lo que son, delinean sociedades utópicamente perfectas, donde razón y libertad reinan soberanas sobre las pasiones.” 6
En la teoría de las pasiones, Spinoza muestra diferencias con otros pensamientos antiguos y modernos. Su crítica en el campo de la filosofía incluye 1°) El ideal platónico de separación entre alma racional e irracional que implica una condena del “alma concupiscible” y de la clase social más baja. 2°) El proyecto aristotélico de educación y persuasión de los afectos. 3°) El estoicismo que sostiene mantener la constancia de ánimo en épocas calamitosas mediante una severa y oportunista disciplina de las pasiones y 4°) El pensamiento de Pascal -desconocido por Spinoza- que continúa con la esperanza y el temor de Dios para combatir los efectos de la imaginación y el desorden de las pasiones. 7
Para Spinoza, los afectos y las pasiones son formas de relacionarse del sujeto con sí mismo y con los otros. En ellas, trata de encontrar respuesta al origen de la superstición, la tristeza ética y las circunstancias que llevan al colectivo social a la obediencia política. En este sentido reconoce que las pasiones son un fenómeno de la naturaleza, tanto en sus aspectos negativos como positivos 8. Pero ello no lo conduce a plantear cómo suprimirlas o dominarlas sino, por el contrario, cómo comprenderlas para tomar mayor conciencia de ellas y utilizarlas en el desarrollo de la potencia de ser.
Al realizar una lectura de
La filosofía de Spinoza es una filosofía de la acción. La pasión es entendida como una deficiencia con relación a la acción y al conocimiento. La pasión, en tanto padecer, implica una barrera y una adecuación. Por ello, el esfuerzo ético consiste en transformar las pasiones tristes en pasiones alegres y éstas en acciones. Es decir, pasar a una mayor potencia que es a la vez un progreso en la escala del conocer. Mientras padecemos estamos sujetados al dominio de las pasiones y, por lo tanto, carecemos de autonomía y libertad. 13 Como dice Gilles Deleuze “Toda potencia es acto, activa, y en acto. La identidad de la potencia y del acto se explica porque la potencia no pude separarse de un poder de afección, y éste se encuentra constante y necesariamente satisfecho por las afecciones que lo realizan”. 14 Es decir, la potencia es el poder de producir en acto.
En esta perspectiva, hay dos pasiones que constituyen para Spinoza un valor importante por los problemas éticos, religiosos y políticos que intentan resolver: la esperanza y el miedo. Se trata de dos afectos inestables e imprevisibles. 15 Ambas afecciones están relacionadas, ya que no hay esperanza sin temor, ni temor sin esperanza. Mientras se está pendiente de la esperanza se teme que no se realice. Por el contrario, quien experimenta temor imagina algo que lo excluye de su existencia, 16 su resultado es que lo conduce a la resignación y a la parálisis. Es decir, se transforma en una promesa de seguridad que da origen a su utilización como instrumento de dominación política. Mientras duran, estos afectos dominan el cuerpo, la imaginación y la mente del sujeto, llevándolo a la pasividad. En este camino de cuestionar la esperanza y el miedo, discute con el poder teológico-político, la razón de Estado y las utopías cuyas falsas ilusiones debilitan nuestra potencia de hacer. 17 La aspiración de Spinoza es una vida en una organización social, cuyo sentimiento de seguridad la ubique más allá del miedo y la esperanza. No obstante esta posibilidad, que se constituye en un ideal ético, nunca podrá ser conculcada del todo. Por ello, puesto que “los hombres raramente viven bajo los dictados de la razón”, cuando no es posible garantizar la seguridad, estas afecciones son “más útiles que perjudiciales” 18, pero se transforman en un límite cuando aumenta la potencia del sujeto y del colectivo social.
Para Spinoza, el sujeto ético-político que se guía por una razón apasionada no es un sujeto de obediencia, ya que no aliena sus derechos sino compone potencias. Por ello, el objetivo de la política no es el orden sino la libertad, que significa incrementar la potencia individual y colectiva a través de la orientación de las pasiones. 19 Es decir, la pretensión spinoziana de una república libre no presupone ciudadanos de una obediencia pasiva, sino sujetos cuya potencia estaría dada por una razón apasionada, que los convierte en más autónomos y libres. 20 En este sentido, las pasiones son la materia que utilizan los ciudadanos que encuentran una “pasión común”, para transformar la vita solitaria de los hombres en una multitudu. 21 De esta manera, permite que el contrato social instituido por el miedo se convierta en una política donde la fuerza del colectivo social genera comunidad. Esta circunstancia alude a que el poder político no procede de una relación contractual, sino de la potencia del colectivo social. Así, en un Estado democrático pleno no habría a quién representar, pues es este colectivo social, en cuanto grupo organizado, quien evalúa sus intereses y los conduce. Por ello, la potencia de una democracia contempla la rebelión cuando quien detenta el poder político lo hace en contra de la mayoría de los ciudadanos. 22 De esta manera, en la filosofía de Spinoza la condición política está en la “potentia multitudes” que activa el derecho a la rebelión, tanto en el plano del sujeto, como en el colectivo.
Por lo que venimos planteando es importante rescatar la actualidad del pensamiento de Spinoza, ya que nos remite a un mundo donde el totalitarismo neoliberal capitalista se ha disfrazado de democracia. Su resultado es la catástrofe social que padecemos en nuestro país. Ante ella debemos oponerle la cautela de una razón apasionada, que encuentra su potencia en la fuerza del colectivo social. Desde allí se podrá ir generando un espacio de autonomía y libertad para construir -al decir de Spinoza- una democracia de la alegría de lo necesario.
Notas
1 Vegetti, Mario. “Pasiones antiguas: el yo colérico” en Historia de las pasiones, edit. Losada, Buenos Aires, 1998.
2 Pulcini, Elena.“La pasión del hombre moderno: el amor a sí mismo”, idem nota 1. También Salazar Garzón, Luis, El síndrome de Platón ¿Hobbes o Spinoza?, edit. U.A.M. México, 1997.
3 Hirschman, Albert O. Las pasiones y los intereses, edit. FCE, México, 1978.
4 Carpintero, Enrique, Registros de lo negativo. El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y los nuevos dispositivos psicoanalíticos, edit. Topía, Buenos Aires, 1999. Podemos señalar que las organizaciones piqueteras y las asambleas populares se constituyen en un espacio-soporte de la muerte como pulsión. Allí se re-crean los vínculos de solidaridad donde las pasiones encuentran un imaginario que se plasma en programas y acciones de resistencia y lucha.
5 “Un hombre libre no piensa en cosa alguna menos que en la muerte, y su sabiduría es una meditación, no acerca de la muerte, sino de la vida” Spinoza, Baruch Etica, edit. Aguilar, Buenos Aires, 1982. Parte cuarta. Proposición LXVII. Para un comentario sobre sus ideas ver, Carpintero, Enrique “Spinoza y
6 Bodei, Remo. Geometría de las pasiones. Miedo, esperanza, felicidad: filosofía y uso político”, edit. F.C.E. México, 1997.
7 Bodei, Remo, ídem.
8 “...las Afecciones del odio, de la cólera, de la envidia, etc., consideradas en sí mismas, se rigen de la misma necesidad y de la misma virtud de
9 Bodei, Remo, ídem.
10 Etica. Idem. Parte cuarta, proposición XVIII.
11 Bodei, Remo, ídem.
12 El sujeto se constituye a través del oscuro trabajo de la pasión que se manifiesta en repeticiones. Es lo que Freud denomina “compulsión a la repetición”, que es una instancia que procede con independencia de la conciencia, a modo de un automatismo. Por ello, la pasión es lo que el sujeto padece, es lo que actúa a favor del sujeto y también en su contra. Nos amamos y nos odiamos. Queremos y odiamos. Es decir, sus efectos dependen del interjuego del Eros y la pulsión de muerte. Al preguntarnos ¿En qué se diferencia desde el psicoanálisis, el deseo de la pasión? Podemos decir brevemente, que el deseo es la forma inmediata de manifestarse la pasión. Lo que se nos da en forma de pasión aparece en nosotros bajo el modo de deseo. Es decir, el sujeto deseante es el sujeto pasional, que no ha alcanzado su determinación plena. Trias, Eugenio, Tratado de la pasión, Mondadori, España, 1998. Para una relación entre el concepto de pasión y el trabajo clínico ver: Carpintero, Enrique “El giro del psicoanálisis”, Topía en
13 Trias, Eugenio, ídem nota 12. También Kaminsky, Gregorio, Spinoza: la política de las pasiones, edit. Gedisa, Buenos Aires, 1990. Wienpahl, Paul, Por un Spinoza radical, edit. FCE, México, 1990. Varios, González, Horacio compilador, Cóncavo y convexo. Escritos sobre Spinoza, edit. Altamira, Buenos Aires, 1999.
14 Deleuze, Gilles. Spinoza: Filosofía Práctica, edit. Tusquet, Barcelona, 2001.
15 “
16 Etica, ídem. Definición de las afecciones. Explicación.
17 Tratado Político, ídem. Capítulo I, 2
18 Etica, ídem. Cuarta parte. Proposición LIV
19 Tatián, Diego. La cautela del salvaje. Pasiones y política en Spinoza, edit. Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2001.
20 Spinoza, Baruch, Tratado Teológico-Político, edit. Lautaro, Buenos Aires, 1946.
21 Brevemente podemos decir que los conceptos de plebs, vulgus, multitudu y populus tienen diferentes tratamientos en el desarrollo de la obra de Spinoza. Como dice E. Balivar interpretar a partir de estas nociones la política spinozista lleva a un campo abierto, problemático y contradictorio (en Tatián, Diego, ídem nota 19). Es Antonio Negri quién rescata el concepto de mutitudu como fuerza constitutiva del sujeto colectivo. Negri, Antonio, La anomalía Salvaje. Ensayo sobre el poder en B. Spinoza, edit. Anthropos, Barcelona, 1993. Spinoza subversivo, edit. Akal, España, 2000. Sin embargo, no coincidimos con su planteo de que la multitudu es el sujeto de una política transformadora dejando de lado los sectores sociales que lo componen. Para Spinoza la multitudu es la fuerza de una política cuyo objetivo ético presupone una democracia plena basada en la libertad de la necesidad. Allí el colectivo es ontológicamente una realidad más “real” que quienes lo componen. Pero es lícito pensar que para llegar a este Estado de democracia plena se deben recorrer etapas donde los miedos y las esperanzas necesitan de una organización política que permita realizar el pasaje del sometimiento, al hacer con los otros. Esa política es expresión de los sectores sociales que potencian la fuerza constitutiva del colectivo social (la multitudu). Ver en este número el comentario crítico del texto Imperio, Michel Ardant y Antonio Negri escrito por Emilio J. Corbiere “Toni Negri. Símbolo de la antiglobalización. La revolución que viene”.
22 Hoy en
Otro comentario sobre esta consigna se puede leer en este número: Yago Franco “¿Y que vengan quienes?”
Por Enrique Carpintero
Psicoanalista
enrique.carpintero@topia.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario